Irán. La cabeza de la serpiente

Por Natalio Daitch

La Revolución Islámica.

Si pudiéramos conectar una línea invisible pero real, entre los atentados a objetivos judíos (Embajada de Israel 1992 y AMIA 1994), deberíamos volver en el tiempo al año 1979.

Fue en ese año que la Revolución Islámica, a cuya cabeza se encontraba el Ayatolá (título religioso de alto rango) Ruhollah Jomeini logra desplazar a la dinastía Palevi, e instaurar un gobierno teocrático chií y radical.

Un gobierno que toma posición como enemigo de Estados Unidos e Israel y en definitiva a Occidente en su conjunto.

Un virus que se expande.

Imitando al nazismo en otra versión, la ideología de la violencia, el revanchismo y el odio, siempre se propaga muy rápido.

Primero dentro del propio mundo árabe e islámico, y en una segunda fase al resto de los países de Europa y al resto del orbe.

Los huevos de la serpiente.

Aprovechando las libertades, pero también ciertos defectos morales que campean en la sociedad occidental, la ponzoña fluye con mucha velocidad.

Siendo restrictivos y poco tolerantes con otras religiones en su propio suelo, clamando libertad y ejercitados en la protesta y el reclamo de que son objetos de “islamofobia” o discriminación logran esgrimir un argumento que parece potable, pero falla por su base.

Se victimizan e implantan (siembran) mezquitas (bases operativas) chiítas en casi todos los países cristianos, generando alianzas con grupos de la izquierda degenerada y atea. Y también con antisemitas de la vieja derecha neo-nazi residual.

La causa palestina.

Como excusa para unir polos opuestos, y poder lentamente instaurar el Califato mundial, blandiendo bandera de la causa palestina y poder desviar la atención de los gentiles no musulmanes. Estos, atizados en su ancestral y atávico odio al judío y a Israel, pierden de vista qué pronto sus actuales socios de ocasión, de lograr imponerse en sus países de hospedaje los ejecutarán por herejes y por cómplices idiotas y funcionales a su ambición de establecer el islam mundial.

Los huevos de la serpiente.

Hamás, Hezbollah, y los Hutíes, son los hijos impuros e impíos, que se amamantan de esa enorme ubre de odio, que a la manera de un río caudaloso y furioso fluye sin cesar.

Estas organizaciones o movimientos terroristas son los de mayor renombre, pero no los únicas.

Decapitar a la serpiente.

De raíz o por la cabeza. El trío del párrafo anterior son solo sus huevos e hijos, o parte de la cola de este enorme reptil venenoso.

Es decir, Irán la cabeza y el resto sus brazos o miembros ejecutores.

El gobierno de Teherán está presto a lograr un arma nuclear y debe ser detenido a cualquier precio.

Si bien, es cierto, que algunas serpientes decapitadas, conservan por algún tiempo, la capacidad de atacar y morder, el beneficio supera al riesgo de dejarla crecer.

Estados Unidos ha dejado pasar varias oportunidades (en los noventa y en los dos mil) para atacar el país cuyo gobierno no cabe duda es la usina y la fuente y el principal instigador y financiador del terrorismo internacional.

Para concluir: actuar tiene sus riesgos, pero postergar o dilatar la solución militar es mucho peor.

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