Considerada el pulmón de Centroamérica, la Reserva de la Biosfera Maya es la mayor zona protegida de Guatemala con más de dos millones de hectáreas de bosque tropical.
La desaparición de la civilización maya hace miles de años impulsó a sus habitantes a proteger su tierra, justo como lo hacían sus antepasados.
Los guardianes del bosque talan 15 árboles diarios en época de sequía, pero nunca más de dos por hectárea. La madera de algunos árboles es enviada a Europa o a Estados Unidos con una etiqueta de gestión sostenible. Los guardianes argumentan que es mejor un bosque que se explote con sensatez que uno abandonado y presa de la actividad humana clandestina.
En Guatemala existen 13 concesiones forestales, fruto de un acuerdo en 1996, al final de la guerra civil, entre el Estado y las poblaciones locales.
Durante 25 años, las concesiones han facilitado la conservación de la selva, permitiendo a las asociaciones vivir de la naturaleza sin abusar de ella. Es una explotación inteligente con el objetivo de preservar el bosque al máximo.
Actualmente hay 240 familias asociadas a la cooperativa que no tienen ningún título de propiedad, pero que pueden trabajar en la reserva y contratar trabajadores para explotar la madera. Tienen dos comidas al día y ganan más que un guatemalteco promedio. Saben que es una oportunidad en su país, donde abunda la pobreza y la malnutrición.
Comunidad en torno al cuidado de la naturaleza
La Reserva Maya alberga Uaxactún, un pueblo con un leve desgarro en el dosel forestal. Hay 700 habitantes en la comunidad y se encargan de gestionar la mayor concesión forestal de Guatemala.
La protección se encarga de pagar principalmente los salarios, pero también obtiene beneficios que se reinvierten en sanidad y educación.
Otorgan becas y financia la escuela primaria en un país donde la tasa de escolaridad es muy baja: de media, un tercio de los niños no se escolariza, y la situación es peor en entornos rurales.
Además, implementan la economía local para crear empleo para que los jóvenes se queden. De hecho, en Uaxactún, como en otras asociaciones forestales, la emigración es mucho menor que en otros lugares.
El bosque gestionado por las asociaciones tiene una tasa de deforestación prácticamente nula. Mientras que, en los parques nacionales de al lado, la tala y la ganadería ilegales y los incendios aumentan sin control. El modelo de concesiones funciona, pero aún es débil.
En Guatemala, las concesiones forestales han devuelto beneficios y dignidad a sus habitantes. Bajo el follaje de esta enorme ecósfera tropical, la vida, las personas y sus hijos han recuperado sus derechos. Uno de ellos es recuperar valores simples y duraderos que puedan inspirar a otros.